jueves, 12 de julio de 2012

Posdata, te extraño.

Suelo decirle a la gente que te he olvidado, que tú para mí estás muerto. He intentado creérmelo de todas las maneras posibles, deseando que un día me despertara y ya no te echara de menos.
He probado de muchas formas, con muchos chicos, y siéndote sincera, he aprendido mucho en este tiempo sin ti. He aprendido, por ejemplo, que lo que una vez nos dice la cabeza, más tarde el corazón nos traiciona.
He sido espectadora de un lucha entre mi conciencia y mis sentimientos, y aún así parece que la guerra no se acaba nunca.
También he buscado dentro de mí lo que jamás había visto con estos ojos. Buscando una respuesta a por qué siempre que me acuerdo de tu voz termino con una sonrisa en los labios.
Y bueno, tus labios creo que podrían calificarse como la peor tortura conocida. Solo pensar que hubo un momento en el que creí que no los echaría de menos, que eran unos labios como los de la mayoría de los chicos. Ahora sé que me equivocaba.
Recuerdo cuando en un tiempo, tú me preguntabas cuanto te quería y yo intentaba darte una respuesta indefinida, algo que jamás hubieras escuchado.
Tú me asegurabas que me querrías eternamente, y continuamente me hacías jurar que caminaría contigo hasta el final.
Jamás pude hacerlo.
Sé que te dije mil y una tonterías por aquel entonces, pero tampoco me arrepiento de haberlo hecho. A mí lo que me llenaba era tu sonrisa.
Sé que mis amigas no dejaban de criticar nuestra extraña manera de querernos; de vivir el uno por el otro en apenas dos miradas.
Todas ellas sabían que yo era inexperta en esto del amor.
Ahora me doy cuenta de que ellas no comprenden lo que significa realmente amar.
Y ha pasado bastante tiempo desde la última vez que me dirigiste la palabra.
Te aseguro que me siento gilipollas desde que te juré que no me importabas. Desde esa tarde en la que te vi llorando por mí en la playa, esa playa donde una vez tú y yo nos comimos a besos.
Te dije también que no te echaba de menos, que no te necesitaba. Quizá lo hice por orgullo, o tal vez pensé que de esa forma me olvidarías antes y seguirías con tu vida. Que te haría ver que yo solo soy ese error que siempre me sentí a tu lado.
Ojalá algún día tengas tiempo para explicarme cómo te sentiste tú tras nuestro último abrazo.
Hace mucho, cuando me sentía parte de tu vida, te dedicaba cada balada de amor que escuchaba. Hoy por hoy, el rock and roll me sigue recordando un poco a ti.
Siempre ha sido algo que nos unió desde el principio.
Solías decirme que no te considerabas guapo; que eras un chico del montón. 
A lo mejor no me creíste nunca, pero te repito que desde que te conocí para mí has sido el más bonito de este mundo.
Te lo aseguro, nadie sobre la Tierra tiene tus ojos.
Tú y yo nunca llegamos a nada mayor que a los besos. A nada físico, me refiero.
Realmente presumo en secreto de que tú y yo nos hemos querido como pocos lo han hecho. De que podíamos hacer el amor con solo mirarnos.
Yo ni si quiera te saludaba con un beso. Nunca. Lo considerábamos algo demasiado valioso como para malgastarlo a la primera de cambio, algo demasiado personal. La gente tampoco conseguía entender eso.
En este tiempo me han pasado muchas cosas. Ha llegado más gente a mi vida, para qué te voy a mentir. Y toda esa gente, se ha ido yendo también. Si me abandonaron o les abandoné yo, eso es algo que ya ni si quiera recuerdo.
Créeme, ha sido muchísima gente la que ha aparecido en mi camino. Pero joder...
¿Por qué ninguno de ellos se parece a ti lo más mínimo?
¿Por qué tienes que ser tú la única persona de este mundo que llene ese hueco incompleto en mí?
¿Por qué demonios tenemos que ser tú y yo el uno para el otro?
¿Por qué tienes que ser especialmente tú mi alma gemela?
¿Sabes? Me gustaría poder decir que has cambiado. Que ni si quiera te reconozco, que no eres ese niño grande de ojos preciosos del que yo me enamoré un otoño cualquiera.
Pero sé que la que realmente ha cambiado aquí soy yo.
Sé que la que te abandonó sin motivo, la que no se merece que recuerdes y que nunca podrá olvidarte soy yo.
Algunas veces prometo que incluso sentía miedo. Miedo de que pudieras llegar a sentir algo tan grande por alguien como yo; la que siempre te ha repetido que no te merece. Tenía miedo, sí.
Miedo de no poder quererte de la forma en la que lo hacías tú.
Otros recuerdos, aún así, son los mejores que tengo guardados. Los tengo escondidos aquí dentro, junto a la bola de papel que hice con nuestra foto y que jamás pude romper, y una caja donde todavía guardo un montón de regalos que me quedan por darte algún día. 
También guardo en la caja un frasquito con mi olor. Tú siempre me repetías que te encantaba, y yo hacía hincapié en que no lo consideraba especial. Me dí cuenta de lo que significaba para ti el día en que soñé otra vez con el aroma de tu pelo.
En la caja, hay incluso un juego de sábanas blancas. Son por cada vez que me acostaba, cuando me daba por pensar en ti. Tanto lo hice, que mis sábanas terminaron recordándome cada noche que una vez te prometí que dormiría contigo.
Hoy, escribiendo todo esto solo espero que sepas comprenderme como lo llevas haciendo desde el día en el que te conocí.
Entender que ni si quiera sé si me merezco que me quieras, o empezar a plantearme por qué en su día te dejé llorando solo, cuando lo que estaba haciendo me dolió como si me arrancaras el corazón sin avisar.
Buscar la razón por la que abandoné a la persona que más me ha llegado a importar en esta puta vida.
Y te prometo que cuando lo haga, volveré para decirte todo lo que siento y demostrarte con mi vida que jamás volveré a querer a nadie de la manera en la que te quiero a ti.
Gracias, una vez más, por dejarme formar parte de tu vida.
Ojalá algún día volvamos a ser una sola piel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario